¿Es Mark Zuckerberg un vampiro de la privacidad o un emprendedor social hecho de las mejores intenciones? ¿Cómo han impactado sus decisiones en el mundo?
Los registros del Mark de hace 12 años muestran a un joven con poca disposición a la sonrisa y nula percepción del doble sentido. En una entrevista realizada poco después de rechazar la jugosa oferta por su compañía y años antes de empezar a cotizar en bolsa, Zuckerberg enfrentó cuestionamientos públicos por su manejo de la privacidad de los usuarios; el empresario empezó a sudar y se resistía a quitarse la sudadera. Cuando accedió, la conductora bromeó por el inesperado striptease y al ayudarlo a sostener la prenda, observó que en su interior había un escudo bordado con la misión de Facebook, lo que ella comparó con símbolos Illuminati. A ninguno de los comentarios hizo eco.
Stephen Marche, autor de The Unmade Bed: The Messy Truth About Men and Women in the Twenty-First Century, describe a Zuckerberg como alguien que se ha pasado la mayor parte de su vida adulta disculpándose. Desde que fue descubierto recortando fotos del intranet de Harvard para Facemash en 2003, ha explicado que nunca ha querido que las cosas tomasen ese camino, que procurará que no vuelva a pasar y que sigue puro su idealismo tecnológico.
Después de las elecciones presidenciales, Zuckerberg desestimó el papel de Facebook en el resultado: “Creo que la idea de que las fake news en Facebook, que son una porción menor del contenido, hayan influido de alguna manera en la elección es descabellada”. Agregó que la teoría de que los votantes fueron influenciados por engaños sugiere que los votantes de Trump son consumidores de información poco sofisticados, algo que duda sea así.
Enfrentado con liberales y conservadores, Zuckerberg utiliza ese hecho como prueba de que su plataforma no tiene sesgo político. Ante los enardecidos debates en su plataforma, el empresario decidió implementar un sistema para filtrar mensajes ofensivos y de odio de ambos lados del espectro político y se retracta por haber desestimado el papel de la desinformación en el resultado de las elecciones.
¿Realmente nos controlan como sociedad?
Después del golpe del huracán María en Puerto Rico, Zuckerberg transmitió un video usando la aplicación Spaces VR, en el que una versión en caricatura de sí mismo se teletransporta para presenciar los daños. Después de que varios usuarios comentaron lo insensible y oportunista del hecho, él respondió que su objetivo era mostrar el potencial de la realidad virtual para incrementar la empatía humana: “Leyendo algunos comentarios, me di cuenta de que eso no quedaba claro y me disculpo con cualquiera que se haya sentido ofendido”.
La crisis por el manejo que Cambridge Analytica hizo de los datos de usuarios de Facebook puso en evidencia un modelo de negocios en el que no todos los factores estaban bajo control de Zuckerberg, limitando su capacidad de controlar los daños y provocando una baja en las acciones de su compañía y un país entero pidiendo explicaciones cuando se hizo pública la venta de datos que dicho grupo hizo a terceros.
Para el autor canadiense, la innovación ha sido tratada por décadas como un beneficio en sí misma, creando empleos durante la posguerra y liderando un crecimiento económico beneficioso para la clase media. Pero el cambio tecnológico dejó de tener beneficios universales y su efecto económico ha agudizado la inequidad.
Según Marche, “Facebook es una enorme máquina adictiva que crea depresión y desinformación. Ford, Edison y otros grandes maestros de la industria se hicieron ricos e incidentalmente crearon la clase media, que luego afianzó las instituciones democráticas, pero los nuevos reyes tecnológicos se han vuelto ricos aniquilando incidentalmente a la clase media y debilitando la democracia”.
Las apuestas de visionarios como Peter Thiel o las excentricidades de Elon Musk y sus obsesiones por conquistar el espacio contrastan con la simpleza con que Zuckerberg expone su ambición a futuro y su filosofía. Su ropa de estudiante –recibió en 2017 el título honorario de Harvard– y la casa donde vive con Priscilla Chan y sus dos hijas, no es la mansión que uno esperaría de alguien que se dice “vale” 76,000 millones de dólares, y hasta los autos que maneja son del clásico clasemediero.
Cuando le preguntan por aquello que cree definirá el futuro, él menciona la inteligencia artificial y la realidad virtual, áreas que ya se encuentran en fases experimentales pero que se alejan del mundo de ciencia ficción que visualizan sus homólogos, esas mentes brillantes salidas, como él, de Silicon Valley.
Imagen de portada: Anthony Quintano