“la discriminación de género que padecemos los hombres se basa en las mismas estructuras sexistas que posibilitan la discriminación de las mujeres”
La aplicación de leyes, bajo una premisa de equidad de género e igualdad, acaba por confinar a los hombres como victimarios. O, peor aún, contribuye a crear el prejuicio masculino de que todos los hombres somos agresores sexuales por default.
En la Ciudad de México está prohibido discriminar. Al menos eso señala una ley en la materia que considera inaceptable toda exclusión o restricción basada en consideraciones como el sexo, el género o cualquier otro rasgo de personalidad que impida a una persona gozar de igualdad de oportunidades. No obstante, las autoridades incurren en numerosos actos de discriminación, basados en prejuicios de género que, a diferencia de las acciones que tienen como objetivo eliminar las prácticas discriminatorias en contra de sectores históricamente excluidos (como las mujeres), se apoyan en un discurso que criminaliza y en el que la fémina acaba por ser sólo víctima, dejando al hombre como victimario.
Los símbolos del movimiento feminista
Los nenes con los nenes…
Con la idea de proteger a las mujeres de agresiones sexuales y cuidar su integridad en las horas de mayor afluencia, las autoridades del Metro determinaron a partir del año 2000 destinar dos vagones exclusivos para mujeres y menores de 12 años, que en 2007 aumentaron a tres. La medida siempre ha tenido como fin atender y contener los casos de acoso y tocamientos, que antes se traducían en promedios de tres denuncias diarias ante el Ministerio Público y que hoy, según la estadística, se han reducido apenas a una al día.
La estrategia de separar funcionó; no ha habido necesidad de trabajar en el diseño de políticas públicas o campañas de sensibilización con perspectiva de género que ayuden a erradicar las presunciones culturales acerca de las mujeres que se manifiestan en forma de violencia sexista. Basta con informar desde una oficina de gobierno que hay que tener cuidado con los hombres que ganan de uno a tres salarios mínimos, porque ésos son los que más se sobrepasan con las usuarias. Ésta es la tranquilidad de vivir en una ciudad cuyo gobierno criminaliza tan claramente a sus ciudadanos.
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Considerada una suerte de “discriminación positiva”, la práctica de confinar a los hombres en espacios distintos le ha evitado a los funcionarios el trabajo de aplicar sanciones efectivas contra los agresores sexuales –lo que en los hechos tiene como fin desalentar la repetición de estas conductas- para optar por reglas basadas en un prejuicio de género que contradice la propia Ley para Prevenir y Erradicar la Discriminación; es decir: detrás de todo hombre hay un potencial agresor sexual.
Este modelo, que en los hechos margina a una parte de la población, ha sido copiado y reproducido. En 2008, decenas de autobuses de la Red de Transportes de Pasajeros fueron pintados de rosa y pasaron a formar parte del programa “Atenea”, un servicio exclusivo para mujeres. En 2009, la iniciativa más novedosa consistió en ampliar la compra de pintura rosa, pero esta vez para los taxis que habrían de sumarse a un servicio exclusivo también para mujeres, el cual nunca se puso en marcha.
La demanda de transporte supera con mucho a la oferta, pero el retiro de unidades para usos exclusivos es permitido y elogiado con discursos sobre igualdad. Poco importa que la calidad de vida del otro sector se empobrezca; si los hombres viajan hacinados, si tienen que esperar numerosas corridas para poder abordar un vagón o un autobús y así llegar tarde a sus destinos, eso no importa.
En ciudades como Monterrey, existen disposiciones como la expresada en el artículo 76 del Reglamento de Espectáculos Públicos, que prohíbe el acceso a hombres solos a funciones de cine donde se exhiban cintas infantiles, pues se asume que los hombres son animales sexualmente agresivos.
En la Ciudad de México, un programa de apoyo económico a madres solteras en condición de necesidad, el cual hasta ahora no ha extendido su beneficio a los varones. A nivel federal, las guarderías del IMSS sólo prestan servicio a mujeres, mientras que los hombres sólo pueden ser beneficiarios si son viudos o divorciados, con la custodia de sus hijos. A pesar de que 736 mil hogares están a cargo de hombres solos, culturalmente se piensa que salir adelante no es tan difícil para nosotros; o bien, que siempre hay una mujer en casa que se haga cargo mientras cumplimos nuestro rol de proveedores.
Hecho inédito: fue hasta finales de 2008 cuando la Comisión de Derechos Humanos de la CDMX otorgó a uno de sus trabajadores la primera licencia de paternidad para que pudiera cuidar, durante dos semanas, a su hijo recién nacido y apoyar a su esposa en los primeros días tras el parto. Existe, pues, una visión sesgada de los elementos que dan identidad a un hombre, así como de sus capacidades sociales como persona. Como afirma Óscar Guasch, especialista en sociología de la sexualidad: “la discriminación de género que padecemos los hombres se basa en las mismas estructuras sexistas que posibilitan la discriminación de las mujeres”. Esto es: medir con un solo rasero, estereotipar y creer en la estupidez de que “todos los hombres son iguales”.
Por Juan Carlos Romero Puga