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¿Qué pasa en las librerías cuando se entrega el Nobel de literatura?

El Nobel de literatura pone de cabeza a los libreros. Alguien que trabajó en librerías nos cuenta en primera persona cómo el premio era su pequeña Navidad.

Escrito por:Ivan Farías

Estaba durmiendo, pero como cualquier persona de este tiempo, había dejado el celular junto a la cama. Eran 4:30 de la madrugada. El aparato ese comenzó a vibrar como si estuviera poseído por un demonio. Lo hizo sin cesar hasta que acabó en el suelo.

Contesta, me ordenó mi pareja desde las profundidades de su sueño. Volvió a sonar, no tenía el número registrado, sin embargo contesté. Caminé al pasillo, cerrando la puerta, todavía con la modorra y un poco alterado –las malas noticas siempre llegan a esta hora- reconocí la voz de una compañera con cierta autoridad.

—Acaba de ganar un chino el Nobel de literatura. Se llama Mo Yan, —dijo presa de la desesperación.

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—¿Y luego? —Respondí por no mentarle la madre.

—Que ustedes tienen ejemplares de una de sus novelas. Acabo de ver en el sistema. Traspásame unas y cuando llegue el resurtido te los devuelvo. Si no, me voy a quedar sin vender.

Hasta dentro de cuatro horas estaría en la sucursal, pero esa llamada era el pistoletazo de salida para la locura que sería ese día. Era 2012 y sería la primera vez que tendría que lidiar con el Nobel de literatura en una librería.

 

Bob Dylan se llena de polvo

Para muchos lectores, la entrega de este premio es la posibilidad de descubrir un nuevo autor, (aunque todos digan que ya lo conocían y que tenían todos sus libros en casa). Para algunos literatos es el hastió, al grado que lo comparan con un concurso de belleza. La soberbia intelectual, como es llamada. Para otros, es el justo homenaje a su autor favorito o favorita.

Para la librería es como una especie de navidad pequeña o adelantada, es el momento en que, si trabajas duro, podrás desplazar muchos ejemplares. Lo mismo sucede con los grupos editoriales, que buscan satisfacer la demanda de los lectores deseosos de conocer al ganador o ganadora.

Por eso, cuando se lo ganó Bob Dylan fue una gran decepción para todos. Los lectores se quedaron con ganas de conocer una nueva firma y los libreros sin ventas. Por ahí reeditaron la única novela del músico, Tarántula, una obra que sin ser mala, tampoco cambia la vida de las personas. Una editorial decidió sacar las letras de sus canciones reunidas, en su idioma original y al español.

Esos dos tomos todavía siguen guardando polvo en los estantes y ni con rebajas han salido.

 

Las apuestas en Las Vegas

La literatura, como todas las artes, también es un negocio. Por más que nos demos golpes de pecho y que los escritores nos hagan creer que viven del aire. Todos son felices cuando cobran regalías. Por eso, saber con anticipación quién ganará el Nobel se ha vuelto muy necesario. Te permitiría hacer compras adelantadas.

Como sucede con los grandes premios, Alfaguara o Planeta. Sin embargo, nadie, ni siquiera los gigantes editoriales han podido doblarle la manita a la Academia Sueca. Los monstruos corporativos y el público lector, se entera al mismo tiempo. O cuando menos, casi al mismo tiempo. Dicen que alguien dentro de la Academia soplaba el resultado.

La llamada de esa compañera, si bien desproporcionada y fuera de toda cortesía, nos habla de la locura que se vive por aprovisionarse de títulos que vendrá buscar el potencial lector. Días antes se siente el ambiente literario se caldea.

 

Murakami, el eterno subcampeón

En las Vegas se hace un ranking de nombres que pueden ser los ganadores del Nobel de Literatura. Déjenme les digo que no gasten su dinero, nunca le han atinado. Cada año Haruki Murakami aparece en memes y “sesudas” publicaciones de Facebook dando razones por las cuales no se lo debe ganar; pero quien lo considera es que no sabe bien a bien lo que premia la Academia sueca.

No lo digo porque el japonés sea malo, (lo es por ser popular, algo que no perdonan muchos), lo digo porque el perfil de los ganadores es que de una u otra manera similar: sobrevivieron a regímenes totalitarios o, en su vida personal, han luchado por causas que podríamos denominar justas.

Mario Vargas Llosa, pese a no haber sufrido en carne propia el fujimorismo, si hizo una gran campaña en España para poder posicionarse como un gran benefactor. Si bien ha criticado a gobiernos considerados de izquierda, nunca lo ha dicho nada de, por ejemplo Benjamín Netanyahu o al hoy señalado, Rey emérito Juan Carlos.

Mientras era candidato al Nobel sus fotos en la prensa eran con el vestido de Indiana Jones, rodeado de niños africanos. Una vez que se lo ganó, salió en la revista ¡Hola! bailando tango con su esposa.

 

Libros para comenzar a emprender desde casa que servirán de inspiración

 

En la librería, entre compañeros y jefes, hacemos apuestas para tratar de atinarle, o cuando menos, acercarnos lo más posible. Se manejan casi siempre los mismos nombres: Ismail Kadaré, Joyce Carol Oates, Ian McEwan, Anne Carson, Raúl Zurita, Margaret Atwood, Jamaica Kincaid, una buena parte de autores de Europa del Este. La gente siente una predilección por los autores de esta parte del mundo.

A últimas fechas, los escritores africanos se han ido sumando a las listas. Entre ellos, Chinua Achebe, Chimamanda Ngozi Adichie, Wole Soyinka y Ngũgĩ wa Thiong’o. De este, al no haber mucha de su obra en español, decidimos traer de importación libros en inglés. Es la apuesta, se lo llevarán cuando menos en inglés, pensamos.

 

La locura del día

Cuando Patrick Modiano, ganó el Nobel de Literatura el estrés fue a la baja. Casi toda su obra estaba en Anagrama y teníamos suficiente material para acabar el día sin contratiempos, aunque no habría nada para el siguiente día. Recuerdo que estuvimos llamando una y otra vez al distribuidor para que nos trajera más, pero todas las librerías del país hacían lo mismo.

Sin embargo, con Mo Yan, sí fue la emergencia. Lejos de un par de libros, al Nobel chino lo había firmado una editorial pequeña española con la cual era muy difícil comunicarse. Así que había que hacer llamadas constantes para poder vaciar sus bodegas.

Porque, esos sí, como decían en la revolución, hay que matarlos en caliente. Muchas veces un autor pierde el fuelle una vez que se acaba el furor de su premio. Es una tristeza pero Alice Munro fue bien recibida, pero al poco tiempo fue a la baja. El cuento no vende tanto como una novela, el lector poco ducho cree que los relatos cortos son como literatura en embrión. Una tontería.

No se diga de Tomas Tranströmer, el poeta. Sus libros, editados por Nórdica siguen ahí, entre los libreros.

Hay que estar preparado con el saber librero para recibir a los clientes. Ese saber librero que es puro bloff de póker. Es humanamente imposible saber todo de todos lo que hay en las librerías, pero la gente no compra libros a una persona que parece no conocer de lo que habla.

Así que, aparte de sacar de las profundidades del librero los títulos del ganador, amenazar al distribuidor o editorial con irle quemar su casa si no te trae los libros que prometió, uno debe estar listo para las preguntas y declaraciones bobas del día.

 

Las preguntas más comunes sobre el Nobel de Literatura

¿Con que libro se ganó el Nobel? No estimado, cliente, el Nobel no se le otorga a nadie  por un libro en específico. Es por el conjunto de su obra.

¿Ya lo leyó? Puede ser que no, pero yo estaré listo a decirle que sí, que es hermoso, que es maravilloso y que lo va a disfrutar mucho. Es como la señora del pollo o el que vende autos, ni modo que te diga que el pollo está echado a perder y que el auto se descompondrá al primer viaje.

¿Ya se agotó? Sí, déjeme decirle que si llega a las cinco de la tarde lo más seguro es que ya no haya ejemplares porque mucha gente antes que usted ya vino por sus libros. Aunque Finlandia lea mucho más que nosotros, la gente compra muchos, muchos libros. Pese a que se queden el librero. Mejor déjeme sus datos y le aviso cuando llegue el resurtido.

¿Se lo merecía más este? Claro, cualquiera se lo merecía más, pero fue el que ganó. Incluso, si el que usted menciona se lo hubiera ganado, otro se lo merecía más.

 

                  Epílogo

Me gusta el Nobel porque de una u otra manera, siempre nos permite conocer más literatura. Muchas veces, como por ejemplo, con Svetlana Alexiévich o Olga Tokarczuk, nos da conocer una obra que de otra forma hubieran sido marginal. La gente se leja por unas semanas de los libros de autoayuda, de política o de como ser exitoso, para abandonarse en un libro que lo llevará otro lugar y perdónenme lo cursi, alimentará su espíritu.

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