Mixar López publica “Prosopopeya: la voz del encierro”, un conjunto de 14 crónicas que documentan los 10 años que pasó en el Cereso de Uruapan.
“Prosopopeya: la voz del encierro”, de Mixar López, es uno de esos libros que, al igual que los discos, deberían tener sobre su portada el sello de Parental Advisory: Explicit Content.
Nacido en 1975 en Zihuatanejo, Guerrero, aunque reside actualmente en Iowa, Estados Unidos, el también periodista musical, quien ha escrito para diferentes medios, ha forjado un estilo narrativo franco, rudo y visceral.
Uno que se manifiesta de forma contundente en cada una de las catorce crónicas contenidas en este libro, las cuales describen, sin miramientos ni pudor, la decadencia que caracteriza al sistema penitenciario mexicano.
Delitos contra la salud por transportar narcóticos fue el cargo que llevó Mixar López a permanecer diez años tras las rejas del Cereso de Uruapan, Michoacán.
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Cómo fue el proceso creativo para crear este libro.
Fue una mixtura entre remover recuerdos, meditar y estudiar el ‘Vigilar y Castigar‘ de Michel Foucault, acicalado todo con comentarios personales de Martín Caparrós.
Quería escribir un libro de periodismo outsider, con esa resistencia e independencia que poco se lee, descentralizar el oficio y la figura del escritor o periodista, asumiendo el vicio del subterráneo.
Quería un lenguaje que pudiera mediar con las plataformas y producciones audiovisuales que se convirtieron con el encierro en púlpitos; presentar un termómetro real de la vida en la cárcel y desromantizarla por completo.
¿Cómo llegas a la definición del título?
Es la voz de las celdas de castigo. El encierro también como sustantivo masculino, como protagonista; la clausura, la privación de la libertad, el agobiante encierro entre cuatro paredes y sus cacofonías. Le puse voz a ese concepto. Si eso no es una figura retórica, entonces no sé lo que es.
¿Cuándo fuero escritas estas crónicas?
En el penal registraba audios en una grabadora digital de voz. No estaba permitido, pero mi amistad con el entonces director del penal lo hizo posible. En 2016 comencé con la transcripción y posteriormente con la edición y corrección de estilo.
¿Cómo describirías al Mixar antes de entrar al Cereso y al que era en el momento que dejó la cárcel?
Soy exactamente el mismo, sólo que ahora estoy limpio y sobrio, libre de cargos, también, quizá un poco más leído, pero no diría que culto. La cárcel no cambia nada, no enaltece a nadie. Te encoge, reduce tu vida, te convierte en un fantasma para la sociedad y yo aún cargo con esas mantas a todos lados.
En tu primera crónica mencionas a Marcos, un hombre que te introduce a la lectura de grandes escritores rusos. ¿Antes del acercamiento con este personaje, ya te habías interesado por la literatura?
Leía literatura mexicana, algunas novelas y ensayos de la Revolución. Oteaba de aquí y de allá como un perro, sin ningún rigor más que un hambre ecléctica. Cuando ingresé a la cárcel comencé a leer literatura universal. Le entré de lleno a los soviéticos: Pushkin, Gógol, Dostoievski, Tolstoi, Chejov y Máximo Gorki.
¿Cómo describirías al sistema penitenciario mexicano y qué tan alejado está de lo que se muestra en televisión y el cine?
Actualmente la prisión se ha convertido en una institución social con objetivos cada vez más complejos y contradictorios.
Mientras que, en un principio, los penales fueron creados para ofrecer una forma nueva de sanción, se ha tenido que aceptar que únicamente lo que hace es proteger a la sociedad, pero poco influye en modificar la conducta y las actitudes del delincuente y favorecer la reintegración social de éste.
Prosopopeya, una historia de castigo y redención @AgenciaPopCom @EditGatoBlanco @nomenclatura https://t.co/YCUySq0RV4 pic.twitter.com/2VlhMwElDA
— hojaderutamx (@hojaderutamexic) January 26, 2021
¿Cuál fue tu mayor temor mientras estuviste recluido?
No volver a ver a mis seres queridos o que yo muriera antes que ellos, sin despedirme.
En el Cereso me quedé completamente solo, mi madre me dejó de visitar a los primeros meses porque era demasiado para ella. Mi contacto con el mundo exterior era nulo, sólo la muerte se filtraba por el salón de visitas, trayendo malas noticias.
¿Hay algo que agradezcas a esos 10 años en prisión?
El ajedrez, los libros y la amistad, en ese orden.
Luego de ‘Prosopopeya‘, ¿qué proyectos están en puerta para ti?
Se trata de un libro de entrevistas a músicos subterráneos titulado “Nueva música de Cañerías”, que está siendo editado por Cristian Franco en Guadalajara.
¿Qué te da el lenguaje escrito que no consigues de otra manera?
Escribir es, literalmente, como hacer magia. Encuentro en el lenguaje escrito la chispa de vida que no hallo en ningún otro lugar. Hay quienes tiene sus muy arraigadas a su organismo, yo tengo la mía.
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Se dice que el periodismo musical está en crisis, ¿a qué atribuyes esta creencia?
Lo está y se debe al objetivismo malparido, el sensacionalismo, los individuos que generan contenido sólo para ganar likes y a la falta de rigor.
Los periodistas quieren ser rockstars, pero no desean investigar antes de sentarse a escribir.
Pienso que Hunter S. Thompson fue una maravilla, una puta gloria, pero también le hizo mucho daño al periodismo, no me digas que no lo has pensado. Los periodistas incipientes tienen que entender que Thompson sólo hubo uno y está muerto. Odio que el periodismo se repita sin cesar.