Ellos son los menores de circuito, los menores que llevan latinoamericanos a EEUU por dinero. Ellos son inmunes y una responsabilidad que nadie desea cargar.
La trata de indocumentados causa otros problemas colaterales; más de los que uno cree conocer. uno de ellos: los menores que llevan latinoamericanos a Estados Unidos por una cantidad de dinero. Ellos son inmunes y continúan en este círculo por ser una responsabilidad que nadie, ni allá ni aquí, desea cargar. Ellos son los menores de circuito.
Por Isidro V.
Espera, espera. Tranquilos. ¡Ahora!” Saúl N sube la reja que separa Mexicali de Calexico. Cae de pie. Corre. Corre sobre el pavimento. Corre despavorido; sólo la velocidad puede salvarlo de la migra. Saúl N tiene 17 años; tiene el cuerpo y fuerza para acelerar sin problema. El agente de la Border Patrol lo detecta enseguida y a él no se le escapa nadie. Enciende la sirena y comienza una persecución más en la frontera. Respira con la boca cerrada. Corre. Corre como loco. Logrará llegar hasta el poste y media cuadra más. Si llegara a la siguiente esquina, solamente necesitaría cruzar el callejón, brincar una barda de madera y encontraría la casa de seguridad. No llegará. Sus perseguidores lo interceptarán justo a mitad de la cuadra y lo obligarán a tirarse al piso. Lo agarraron. Uno pensaría que falló, que no logró cumplir el sueño americano y el pobre será deportado a Mexicali o que llorará. Que se lamentará por perder la oportunidad de trabajar en Estados Unidos, pero lo único cierto es su sonrisa socarrona mientras lo suben a la patrulla. Lo único verdadero es que un grupo de migrantes sí llegó hasta esa casa de seguridad. Lo único seguro es su edad y no pueden ingresarlo a la cárcel: están obligados por derecho internacional a entregarlo al consulado para su deportación. Lo único cierto es que aquí todos ganaron, el plan salió a la perfección. Una rayita más al tigre; la verdad es que Saúl N suma su deportación número 47. Sonríe porque ya juntó el dinero para su iPhone.
Arriba del cerro se levanta la barda que separa dos naciones. Parece tan natural, como parte del ecosistema fronterizo. Un ingeniero apunta sobre el alza del metal durante los tiempos de su construcción. “Imagínate lo que haría con tanto fierro”, dice. Nos quedamos en silencio mientras sigo con la mirada esa reja que sube y baja barrancos y peñascos hasta llegar a Tijuana. Una parte paranoica muy dentro de mí entiende a los del otro lado. Somos muchos. Cierto, nos requieren en sus campos, en sus cocinas y jardines, pero somos muchos. Y como la regla de la economía manda, donde hay demanda crece la oferta.
Actualmente el intercambio económico entre Baja California y California asciende a 144 millones de dólares. A esto falta sumar el dinero generado por la vía ilegal. No es secreto para nadie: el tráfico de personas es uno de los negocios más lucrativos del mundo con precios por cruce de hasta 5 mil dólares por persona. Si quieres brincar, paga. De la compleja problemática que comparten ambas naciones hay colaterales de alto riesgo; es el caso de Saúl N.
La dinámica es sencilla. Migra vs Migrantes. Los segundos quieren cruzar. Los primeros están entrenados para evitarlo. Justo en medio están los coyotes satisfaciendo una necesidad del mercado. Ingenian todo tipo de artimañas para cruzar migrantes: caminatas por el desierto y escondidos en doble fondo o en cajuelas. Una vez que la migra detecta tendencias, entonces hay que innovar. Son una empresa. Luego encontraron una laguna legal, su mina de oro.
Saúl N es detenido. La Border Patrol confirma la edad del joven. Hay que contactar al consulado mexicano. Un agente llega hasta el menor, lo recibe y lo entrega a manos del INAMI (Instituto Nacional de Migración). Ellos recibirán a Saúl, realizan su registro de entrada al país y como es menor de edad, el encargado levantará el teléfono y marcará al DIF estatal. Hasta este punto todo funciona de acuerdo a norma. Todo bien. Saúl N aún mantiene su sonrisa socarrona. Ahora empieza el problema. Cuando llega la trabajadora del DIF, encontrará nuevamente la cara de Saúl N. Otra vez Saúl N.
Desde 2006 se identificaron jóvenes menores con múltiples deportaciones en la frontera sonorense. El éxito de esta práctica permitió su imitación en otras ciudades limítrofes, hasta que finalmente todas la adoptaron. El coyote no puede quejarse, es su elemento estrella. Hace un gran trabajo, cobra poco, es consistente y leal. Gracias al menor circuito evitan ponerse en riesgo. Los coyotes ahora son gerentes de escritorio, pura logística. Lo difícil y peligroso lo hacen ellos con el comodín que solamente los jóvenes menores de 18 años tienen: el privilegio legal de la inmediata deportación sin fichaje ni encarcelamiento (en caso de delito).
Muchos comienzan como señuelos. Engañan al agente de la Border Patrol, quien sólo piensa en la captura; se ofrecen exactamente a su deseo. En su momentánea desatención fronteriza logran cruzar de 10 a 15 migrantes hasta la casa de seguridad. Cumplen en segundos el paso más complicado en el mapa del cruce. Cada individuo paga hasta 5 mil dólares por llegar hasta Indio, California.
El coyote conoce los límites, su pollito tiene fecha de caducidad. Una vez que cumpla los 18 años no será apto para más cruces. Con el registro de capturas llevados por Estados Unidos, una sola aprehensión como mayor de edad puede ganarle un severo juicio por tráfico de personas. Para el coyote eso no es problema, hay muchos jovencitos en la situación idónea para tomar el lugar de Saúl N.
Para él no hay vuelta atrás. Conoce el business, las rutas, quién es corrupto y quién no. Sabe en carne propia el secreto actual en el tráfico: utilizar menores de edad. Entonces uno deduce que Saúl N no decidirá por el examen de admisión a la UABC, ni por un trabajo en la maquila norteña. No, el chico es ambicioso, vivió como rey y quiere mantenerse en ese estado. Ahora el pollito tiene todo lo necesario para subir de nivel, ahora es capaz de emprender su propio negocio. Son la nueva generación educada frente a nuestras narices, ellos son el futuro de la delincuencia.
Para el académico José Moreno Mena, integrante de la Coalición Pro Defensa del Migrante, existe una desatención del Estado ante la gravedad de la situación en menores fronterizos con reincidencia en deportaciones. Una vez identificada la problemática, fueron etiquetados bajo el término menores de circuito: aquellos jóvenes con historial de múltiples deportaciones y con sospecha de participar en actividades de tráfico de personas.
La atención del gobierno de México al tema de los migrantes infantiles siempre ha sido complicada. Un informe de UNICEF en 2001 puso en manifiesto el descuido del gobierno mexicano con la niñez migrante y le hizo una fuerte recomendación para atender la problemática con estricto apego a los derechos humanos. Desde entonces éste en conjunto con organizaciones de la sociedad civil han intentado dar mejores soluciones al asunto. La verdad es que poco se ha logrado. La intensidad del fenómeno supera por mucho la capacidad de respuesta del aparato estatal, incapaz de atender sucesos con la prontitud y sin las mejores herramientas para una solución integral.
En junio de 2008, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en México emitió una recomendación al municipio de Ciudad Juárez por su Programa de Atención a Menores Repatriados con especial atención en menores locales reincidentes. Este documento hace notar las anomalías en el tratamiento de estos jóvenes, quienes se asumían privados de su libertad por ser polleros y reincidentes, tal y como les fue expresado por las autoridades locales. La falta de control derivó en siete menores repatriados sin base legal para su contención. Estas faltas en el proceso le valieron una extensa recomendación al Ayuntamiento de Juárez para la reparación de daños y procedimiento correspondiente a los servidores que incurrieron en tales fallos.
La punta de iceberg se hacía manifiesta en este choque legal, en la complejidad y la falta de interés por atender la problemática de los menores de circuito desde una perspectiva multidisciplinaria. Lo mejor fue desaparecer el término. No pasó mucho tiempo para que el tema se esfumara casi por completo del discurso oficial. Es difícil encontrar cifras oficiales actualizadas sobre el número de éstos por estado. No hay duda de que los muchachos continúan sus actividades (lo confirman las autoridades norteamericanas) pero para el gobierno, estos condenaditos no existen.
El conflicto es sumamente complejo. Los morros ganan hasta 200 dólares al día. Dependiendo de la jornada, son capaces de realizar varias sesiones a la semana, lo que les genera más dinero que un profesional titulado. Un muchachito se vuelve pilar de la casa y en algunos casos es quien más aporta a la economía del hogar.
¿Quién debe atender el problema? ¿DIF? ¿INAMI? Nadie sabe qué hacer con estos morros. Finalmente son jóvenes locales, tienen domicilio y padres, dice Mónica Oropeza, directora de Albergue Juvenil del Desierto. Se tiene el registro de dónde viven, a qué se dedican sus padres. La mayoría de las veces los hogares se encuentran con graves problemas: violencia, prostitución, drogadicción y abandono. Por ende es difícil pensar que sólo regresarlos ayudará a su futuro.
Tampoco se les puede enviar a un albergue. Son capaces de contaminar el ambiente. Son capaces de reclutar a otro menores vulnerables. Por ellos casas hogar como YMCA Tijuana y Albergue Juvenil del Desierto AC en Mexicali se ven obligados a negarles el acceso. No contamos con el recurso ni las herramientas necesarias para una inserción social integral de los menores, concluye Mónica Oropeza.
El único estado fronterizo con un programa para menores de circuito es Nuevo León. Allí son retenidos y es enviados a la Procuraduría de Detención al Menor. Allí imponen una serie de condiciones para su entrega a los padres, ellos o algún familiar cercano deben tomar un curso de escuela para padres. Y no los entregan (con amenaza de ponerlos en adopción) hasta que los familiares cumplan el periodo de capacitaciones y los talleres. Lamentablemente las medidas no han obtenido los resultados esperados; los padres juegan a que ponen atención, juegan hasta recibir su hijo para inmediatamente enviarlo de nuevo a su trabajo, porque gana mucho y ayuda a mantener el hogar.
Mientras tanto, continúan entrando los trenes hasta la frontera cargados de hombres, mujeres, jóvenes y ancianos dispuestos a todo por el sueño americano. No tardarán mucho hasta que un pollero los encuentre, les ofrezca el paquete hasta Indio, California y cada uno suelte un porcentaje por el cruce. Preparan la fecha y la hora. Cuando se encuentren en el punto del brinco, estará Saúl N sereno y controlado. Ya tiene planeado lo que hará cuando regrese deportado y cobre su cuota: comprar unos tenis nuevos y después llevar a su morrita a bailar.
Lee estudios oficiales sobre los menores de circuito aquí.