Vivimos entre negacionistas de la Covid y antivacunas. En este basto universo hay dos tipos de personas: las que escogen la píldora roja y las que escogen la azul.
Tal como es representado en la cinta The Matrix, “los dichosos” que optaron por el color rojo, son aquellos que abrirán los ojos ante un mundo manipulado por algo más allá de nuestra comprensión y, los de la pastilla azul, seguirán sumidos en el profundo sueño de la ignorancia.
Justo así imagino el pensamiento de un negacionista ante la nueva pandemia por coronavirus.
Para este grupo de personas, la COVID-19, es un plan perfectamente elaborado para controlarnos y gestionar ese tan famoso Nuevo Orden Mundial que nos dominará política, social y económicamente. Algunos no creen en su existencia y, los que sí, suponen que el virus fue creado en un laboratorio.
Debo confesar que me impresiona como esta pandemia ha sido el meollo de múltiples conspiraciones en donde se han germinado las ideas más locas e interesantes. ¿Qué es verdad? ¿Qué es mentira?, es muy fácil perder el hilo entre el límite de lo real y lo ficticio, situación que muchas personas utilizan para forjar supuestos que carecen de sustento.
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Creo que si debemos señalar a un responsable de la gestación de tan interesantes disertaciones, este debe ser Internet.
A través de redes sociales como Facebook y Twitter, se comenzaron a difundir las teorías más elocuentes y, gracias a que fueron viralizadas masivamente, comenzaron a tomar cierto protagonismo. Aunque no hay un culpable directo, si hay algunos rostros que se han hecho visibles tras defender este tipo de ideologías.
No solo la sociedad en general fomenta este tipo de discursos. Por muy increíble que parezca, existe un número considerable de médicos, virólogos e inmunólogos que se han puesto la camiseta de los negacionistas y han decidido crear colectivos específicos para difundir estas teorías.
Se les llama “Médicos por la verdad” y es una red que opera en catorce países de América Latina y Europa. No existe un dato que precise su origen, pero se habla del alemán Heiko Schöning como el precursor de este movimiento.
Con el paso de los últimos meses, han tenido un crecimiento colosal, incluso, han llevado a cabo conferencias internacionales en donde exponen sus teorías. Además de Schöning, entre sus militantes figuran nombres como los de: Natalia Prego Cancelo, Chinda Concepción Brandolino, Ángel Ruiz-Valdepeñas y María José Martínez Albarracín.
Como si estuviéramos viviendo en una apabullante película de ciencia ficción, los negacionistas prometen mostrarnos la verdad absoluta de lo que hay detrás de esta –a la que llaman– plandemia, tal como Morfeo le abrió la mente a Neo, nuestro protagonista estrella en Matrix.
Una vez que aceptamos sumergirnos en el rojo intenso de sus palabras, caemos en cuenta de que, estar en contra de los gobiernos internacionales, los medios de comunicación y la OMS, es el primer paso para iniciarse en esta revolución ideológica.
Algunas de las teorías que discuten estos grupos abordan temas como: cuestionar las medidas de prevención como el aislamiento, criticar los protocolos de salud implementados por la OMS, promover los tratamientos alternos, repudiar el uso de cubrebocas y divulgar la creación del SARS-CoV-12 en un laboratorio para imponernos una vacunación masiva.
La mayoría de los negacionistas coinciden en que la reclusión de la sociedad, es la táctica primordial para subyugar nuestras voluntades y maquinar con mayor facilidad nuestros cerebros, ya que, vivimos con miedo a lo que los medios de comunicación nos presentan. Lo anterior facilita el control de los poderosos para que hagan con nosotros lo que se les dé la gana.
Ya sea para una liberación de las mentes o para contrarrestar a la pandemia con la inmunidad del rebaño, estos grupos se rehúsan a seguir un aislamiento como medida preventiva.
Incluso, la médica negacionista, Natalia Prego Cancelo, aseguró que no estamos ante un virus que “provoque una patología especialmente grave”, pero sí ante una toma de decisiones que pone en riesgo a una sociedad obligada a aislarse.
Para ella, el miedo y la desesperación al encierro, son causas del agravamiento de los síntomas por COVID-19.
Evidentemente, esto está aunado a la promoción en contra del uso de cubrebocas: “Que si no lo necesitamos”, “que si nos hace daño portarlo por un determinado tiempo”.
En fin, ya han salido expertos a comprobar que usar la mascarilla no provoca hipoxia ni intoxicación como muchos de estos médicos alegan.
¿Qué acaso nadie ha visto Grey’s Anatomy? En algunas intervenciones, los cirujanos requieren usar cubrebocas ¡hasta por más de doce horas! Y no solamente lo dice la serie, lo dice la ciencia.
La situación toma mayor seriedad cuando lejos de difundir simples teorías, estas generan desinformación, la cual, podría resultar perjudicial para ganar la batalla contra la COVID-19.
El uso de dióxido de cloro junto con otros métodos alternos para tratar la enfermedad, son solo un ejemplo de lo delicado que resulta su discurso.
Hasta la fecha, no se ha encontrado evidencia científica de que los tratamientos alternos, como el antes mencionado, sean efectivos para curar la enfermedad, de hecho, la ciencia ha advertido sobre el inminente riesgo de consumirlo.
¿Cómo saber si me sirvió la vacuna de Covid?
Desde finales del siglo XIX, los movimientos antivacunas han tratado de invalidar lo que hoy es uno de los grandes avances de la medicina, justificando sus argumentos con la teoría del enriquecimiento de las farmacéuticas y los experimentos en seres humanos.
Supongo que la COVID-19 es el pretexto perfecto para acrecentar sus campañas de desprestigio a dicha área de las ciencias y, de esta manera, ganar terreno aprovechándose de los huecos informativos que la pandemia trajo consigo.
En este caso, los negacionistas exponen la falta de rigor científico por exponer a la población a una vacuna que carece de un procedimiento de validación confiable. La gente tiene dudas. Hace muy poco que repuntó la pandemia y, en menos de un año, ya existe una salvación que nos liberará de las garras de la muerte.
La mayoría de estos grupos utilizan como base, para sustentar sus ideas, la creación de la vacuna contra las paperas, hecha por Maurice Hilleman en la década de los 60, misma que fue aprobada después de cuatro años y que, hasta ahora, había sido considerada la vacuna más rápida en ser desarrollada.
¿Por qué la de COVID-19 estuvo lista en solo diez meses? Hay varias respuestas a esa cuestión:
Otro de los juicios manifestados por los antivacunas, es la implementación de microchips con nanotecnología en las vacunas, los cuales, serían capaces de controlar nuestra actividad cerebral, junto con nuestras capacidades nerviosas y endócrinas.
Aunque existen teorías muy elaboradas y explicaciones pseudo-científicas muy convincentes, hasta el momento no hay una base científica que apoye dichas tesis, de hecho, todo lo contrario, cada vez hay más científicos que salen a refutarlas.
La evidencia es muy sencilla: aún no existe tecnología capaz de lograr controlar a las masas por medio de chips, es algo excesivamente costoso y sería muy evidente la inserción de un cuerpo extraño en nuestro organismo, pues, este reaccionaría de inmediato ante la intrusión.
Me surge una duda, de ser esto real, ¿me convertiría en una súper mujer como lo retratan en Gattaca? ¿O solo sería un prototipo de autómata deprimida y sin motivaciones?
Creo que ganaría más la segunda opción. En fin, de ser como en las películas, la simple idea me resulta excitante.
Robocov: el robot mexicano que lucha contra COVID-19
Las teorías negacionistas o antivacunas son, por si mismas, ideas lanzadas al viento –o a las redes sociales– para ser captadas por personas que logren identificarse con ellas y así puedan difundirse masivamente, esto comúnmente es conocido como sesgo de información.
¿Cuál es la razón? Las sociedades desean escapar de su fatídica realidad, de tal modo que crean condiciones más convenientes para su entorno, haciendo a estas teorías mayormente atractivas. ¿La cereza del pastel? Estas son apoyadas por médicos.
Debo aclarar que mi intención jamás será criticar o burlarme de los pensamientos ajenos, pero sí me preocupa el alcance que estos grupos tienen a nivel internacional, ya que, la vida de muchísimas personas, se encuentra en riesgo.
El poder de un mensaje es colosal y si no existe cierta responsabilidad en lo que se difunde, las consecuencias pueden ser funestas.
No se trata solo de elegir rojo o azul. Así como en la famosa cinta, querido lector, “la puerta está ahí, tú eres quien debe atravesarla”.
El cuestionamiento es el acto más valeroso de un ser humano, siempre y cuando existan argumentos viables para realizarlo. Tomar una decisión es algo personal, pero, hacerlo cuando de esta depende la vida de otros, es algo sumamente importante. Así los negacionistas y antivacunas.