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¿Por qué Parásitos ganó el Oscar?

Aunque para muchos se trata del primer acercamiento al cine de Bong Joon-Ho, el trabajo del director es un tour de force. Sin importar el género cintematográfico, Joon-Ho toma el toro por los cuernos y no titubea a la hora de mostrar la realidad de su entorno.

Escrito por:Revista Open

Contra todo pronóstico, la gran sorpresa de la noche fue Parásitos, la cinta dirigida por Bong Joon-Ho. Como una alegoría de la película, parecería que la familia protagonista de esta comedia negra sudcoreana orquestó todo hasta filtrarse al pódium de los ganadores, volviéndose la sensación de la noche.

La cinta es una obra maestra, cuya osadía es realizar una caracterización de los estratos sociales en Corea del Sur; con humor negro se adentra a las dinámicas de las familias de bajos recursos y el modo de vida de las familias de alto poder adquisitivo. Pero también evidencia cuestiones primarias y universales como es la autoindulgencia, la negligencia, la discriminación y la desgracia. Se trata de un trabajo fílmico con una narrativa inteligente, que deambula entre los límites de una cinta palomera con una de arte.

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De la misma manera que su familia protagonista, Joon-Ho es un director que ha sabido trepar los peldaños del reconocimiento en el cine; no se trata de un cineasta novedoso, y tampoco de un director one-hit-wonder. Por el contrario, cada uno de sus trabajos ha sido un filme contundente cargado de una visión social de su entorno muy marcado.

The Host (2006), Mother (2009), Snowpiercer (2013) y Okja (2017), son los canales que Joon-Ho ha empleado para llevar su mensaje y crítica social. Una película de un monstruo, un drama, una cinta de ciencia ficción y una de acción-aventura; cada una de ellas distinta en su estructura, pero una prueba fehaciente de un cineasta capaz de probar su maestría narrativa, independientemente del género, y un argumento probado de que pesa mucho más el fondo que la forma.

Muchas cosas inesperadas pasaron en la pasada entrega del Oscar –como la participación de Eminem o el protagonismo en la transmisión de Billie Eilish-; sin embargo, el hecho de que la cinta inesperada de Corea del Sur se llevara la estatuilla como Mejor Película, es un discurso que en apariencia muestra a una Academia dispuesta a aceptar los cambios, a ser más receptiva a nuevas generaciones, a cautivar a una audiencia distinta ante una feroz competencia ante la cantidad de entrega de premios.

Pero mucho más allá de eso, deja ver a una Academia a la que le ha costado trabajo admitir que los tiempos son otros, que temas como la inclusión y la diversidad han sido y son intrínsecos a su industria. Y sobre todo, que no es una época en la que cabe la soberbia… soberbia de cegarse a creer que el único talento que existe yace entre las cuatro paredes de Hollywood.

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