Ol’Den Prime House: un corte de carne, unos ojos y los Smiths
“¿Vas a querer otro mezcal?”. A esos ojos y esos labios no hay forma de decirle que no. Si además suenan los Smiths en las […]
“¿Vas a querer otro mezcal?”. A esos ojos y esos labios no hay forma de decirle que no. Si además suenan los Smiths en las bocinas y el ambiente del restaurante Ol’Den Prime House no puede ser más adecuado.
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“Claro que quiero”. La mujer chasquea los dedos. El mesero se acerca para vaciar el destilado en mi veladora. En su fondo está la cruz. En la mesa, los ojos que con su parpadeo borran todo lo malo que sucede en el mundo. Sin pretenderlo, los Smiths describen en “There’s a light that never goes out” lo que sucede en Ol’Den Prime House estar tarde: “llévame afuera, donde haya música y gente, donde seas jóvenes y estén vivos”.
Dice el dueño, Ángel Lerdo de Tejada, de este spot urbano que se inspiró en las viejas guaridas londinenses para abrir su restaurante.
Por eso reúne los requisitos mínimos que exige cualquier noctámbulo: buena bebida, buena comida y buena compañía.
La barra se ubica al centro. Justo en el cráter de la acción. La idea es que si llegas solo, te puedas sentar a beber una copa sin tener que refugiarte en las sombras. Las mesas conservan su sana distancia y el personal guarda celosamente las medidas de sanidad impuestas por las autoridades. Pero ninguna de ellas hace mella en el flujo de la diversión.
Vamos por partes. Ol’Den Prime House no es un restaurante para caballeros. Me tocó ver mujeres, parejas y grupos mixtos que igual disfrutaban de la compañía de sus bellísimas hostess.
Su labor es generar conversación. Brindar hospitalidad. Porque quién puede –en su sano juicio– despreciar una sonrisa y una veladora del (excelente) mezcal de la casa, con su rodaja de naranja y salpicada de sal de gusano.
Hablemos pues de comida. El chef Eduardo Hernández pasó a visitarnos y se sinceró: su carta cuida celosamente los ingredientes pero tampoco se pierde en fórmulas rebuscadas ni procesos tardíos y arrogantes.
“Si estás bebiendo, quieres comer rico y que no se tarde horas”, nos dice. Pero sus palabras no significarían nada si los platillos no las avalaran.
No sería una Steak House si no contara con jugosos cortes a la parrilla. La recomendación es el filete T-Bone servido con spaghetti. Pero (y perdónanos, Morrissey, pero no compartimos tu estricto régimen vegano aunque el chef nos contó que en su carta incluye platillos que hasta tú podrías comer) la medalla de oro se la lleva la Hamburguesa Ol’Den con papas fritas.
Si no es un mezcal, entonces con un coctel clásico, una cerveza o una copa de vino. La variedad de bebida es amplia, para todos los gustos. Porque ya lo dijo Shakespeare: “un cuarto de litro de cerveza, equivale al platillo de un rey”.
En resumen, la comida, la bebida y la música se llevan cinco estrellas. Pero sobre todo la plática. Porque tres mezcales después, los ojos brillan como una estrella y la boca ha vuelto a abrirse para ofrecerme otro mezcal. Cuidado con Ol’Den Prime House: si reservas mesa para este viernes, te va a costar trabajo salir de aquí.
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