Huerto Roma Verde – Un pulmón para la ciudad
En el corazón de la Ciudad de México, existe un lugar del que puedes escapar de la contaminación y bullicio de la ciudad, se trata de Huerto Roma Verde.
En medio de esta gran urbe que es la Ciudad de México existe un pequeño oasis de aire puro llamado Huerto Roma Verde. El terreno de seis mil metros cuadrados estuvo abandonado por 27 años, hasta que en el 2012 la asociación “La Cuadra” decidió recuperar el lugar y convertirlo en un pulmón sustentable.
El terremoto de 1985 acabó con varios edificios de la unidad habitacional Juárez y se decidió que no se volvería a construir ahí por seguridad y en honor a las víctimas. Sin embargo, el descuido terminó por hacer del área un foco rojo.
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“Había prostitución, delincuencia,venta de drogas, los niños de la escuela Benito Juárez salían por detrás, descalabros a viejitas y la alcaldía tiraba el cascajo. Sumado a ello, los vecinos dejaban las bolsas de basura. Era una afectación grave al orden urbano” , comenta Piero Barandiarán, uno de los encargados del Huerto.
“Este espacio es una clara rebeldía ante ese modelo de dependencia neoliberal y tiene el espíritu de fomentar que muchas personas puedan aprender de otros estilos de vida”. -Piero Barandiarán
Una de las vocaciones del espacio es generar comunidad, ciudadanía y bienestar común, sobre todo para las colonias aledañas, a través de distintas actividades y servicios que brindan. La idea es que funcione como un lugar donde todas las personas –desde los niños hasta los adultos– conozcan, aprendan a sembrar y a cosechar su propia comida. Así como difundir una concepción de lo ecológico priorizando el consumo local. Otro de los objetivos es proyectar hacia las ciudades y comunidades del futuro, lo que implica apoyar proyectos que quieran replicar el huerto. Piero narra que una de las zonas donde quisieron apoyar con su conocimiento y experiencia fue en del Cerro del Tepepolco, en la alcaldía de Iztapalapa. Sin embargo, por falta de voluntad política se detuvo.
Barandiarán menciona que el lugar se rige por siete ejes y que los proyectos que actualmente están, y los que se avecinan, deben cumplir con al menos tres de ellos, pues se busca el bienestar común.
El primero es la organización social que tiene que ver con los esquemas de gobernanza, ordenamiento hacia adentro y hacia afuera, así como colaborar con otras organizaciones. El segundo, es la integración ambiental en donde todo el entorno conviva y eso incluye a los animales como conejos, gallinas y tortugas que hay en el huerto, además del área de composta, la semillateca, el invernadero y el mandala que es donde están las camas de cultivo.
La salud esencial es el tercer eje, pues mucha gente se acercaba al huerto con dudas relacionadas a la alimentación y la medicina preventiva –no correctiva– como prácticas alternativas. Fue así que se hizo el temazcal con capacidad para 40 personas y la carpa médica donde se realizan curaciones tradicionales.
La habilidad sostenible se relaciona con los principios de las culturas originarias para ver qué se podía recuperar, desarrollar y hacer en el diseño del espacio bajo la lógica de utilizar cientos de materiales reciclados que se pueden observar en las oficinas y en la bambudésica. El siguiente eje es el de las tecnologías adecuadas, el cual está dirigido al uso de las ecotecnias para cubrir necesidades básicas como lo son los biodigestores y baños que existen en el lugar.
El sexto tiene que ver con la economía sustentable, social y solidaria que está relacionada con el buen vivir y lo que se puede lograr con el vínculo con la tierra y la venta de lo que se cultiva. Por último, está el eje de la cultura resiliente que, a través de todas las actividades como talleres, música y performance con los que se trata de fortalecer los puntos anteriores.
Este espacio se ha convertido para muchos de los visitantes en un refugio, no sólo para salir de la cotidianidad de la ciudad, sino para involucrarse y llevar el huerto a un siguiente nivel: su hogar. “Ven que es posible hacerlo en casa, comienzan a involucrarse y unos lo llevan a nivel de casa. Eso les da su propio espacio y conexión con la tierra y a otros de plano les ha servido para migrar de la ciudad o han hecho proyectos propios”, menciona el joven.
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