Aura, Lolita y otros libros prohibidos de la historia
¿Cuáles son los libros prohibidos de la historia? Este video te puede interesar Desde los años de la sangrienta persecución del Tribunal de la […]
¿Cuáles son los libros prohibidos de la historia?
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Desde los años de la sangrienta persecución del Tribunal de la Santísima Inquisición, las palabras conspiraron contra lo establecido, siendo arrojadas muchas veces a la hoguera, como encarnación del Conocimiento y de la Hechicería.
Palabras con cuerpo de mujer, ardiendo en su fuego desnudo. Palabras que de acuerdo a como fueran hilvanadas revelaban verdades o sortilegios imposibles de ser comprendidos y aceptados. Palabras. Terroristas palabras. Religiosas molotov palabras. Apertura de conciencia, palabras.
Fue Miguel de Unamuno quien, yendo al grano dictaminó: “Las lenguas, como las religiones, viven de herejías” , y quien pregonó que la censura era la mejor publicidad que podía recibir un libro.
¿SALLINGER ASESINÓ A JOHN LENNON?
Lo prohibido, la lengua, el artificio del tiempo, las palabras… ¡Cuánto arde en el combate de las ideas! Y es desde esa caja rectangular en la que viven las palabras, desde donde llega la pólvora de las ideas, al tan ansiado lector.
¡Y qué potente ansia nos acerca al vértigo de lo prohibido!
De los libros prohibidos en la historia mucho se ha hablado y poco se ha dicho. En un afán plenamente taxonómico se han construido listados, rankings, grupos, historias.
Se les ha clasificado de freakies, de obscenos, de malditos. Se los tomó como manual de instrucciones de algunos dementes, como en el caso de El Guardían entre el Centeno de Sallinger, que fue prohibido por ser considerado el arma letal utilizada por Mark David Chapman en su trágica obsesión por John Lennon.
Se los obligó a ser enjaulados por la moral victoriana, suerte que corrió “El Retrato de Dorian Gray” de Oscar Wilde; ó se los subrayó y tachó de malditos como el “Necronomicon” de Lovecraft.
DEL MAGO DE OZ A HARRY POTTER
No se salvó de ser condenado durante algún tiempo “El Mago de Oz” de Lyman Frank Baum, por ser considerado una mala influencia para los niños.
Tan raro resulta este último caso como obvia la prohibición que se ejerciera sobre “Safo”, de Lesbos. “La Metamorfosis” de Kafka no se salvó de ser perseguido por algún que otro insecticida, ni “Madame Bovary” de Flaubert pudo resistirse a los encantos de la amarga censura.
Suerte similar corrieron dos obras de Orwell: “Rebelión en la Granja” y “1984”, por razones aparentemente ideológicas.
“El Diario de Anna Frank” y “Harry Potter” también forman parte de esta incompleta lista de prohibiciones. Curioso es el caso de “Rabia”, de Stephen King, que fuera retirado de circulación por expreso pedido de su autor.
Durante la última dictadura militar argentina se saquearon e incineraron bibliotecas e intelectos por ser considerados subversivos al hacer peligrar el silencio que el totalitarismo se encargó de instaurar.
¡Qué objeto curioso, nuestro amigo el libro: ha sido considerado uno de los enemigos más efectivos de la cultura, cuando simplemente ni siquiera existe hasta que encuentra a su lector!
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ENTRE LOLITAS, ALICIAS Y AURAS
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Algo que me resulta especialmente fascinante es el caso de aquellos libros que fueron prohibidos por ser asociados con ciertas perversiones y obsesiones ¿masculinas?, suerte que corrieron el maravilloso relato “Lolita” de Vladimir Nabokov, explícita obsesión de un hombre adulto por su Lolita de doce años, a quien llegará a convertir en su tortura y perdición por los sinuosos caminos que transita la pluma de Nabokov; y “Aura” de Carlos Fuentes.
“Alicia en el País de las Maravillas”, del Reverendo Dodgson, mejor conocido bajo su seudónimo de Lewis Carroll, quien fuera fascinado por la pequeña Alice y sus hermanas, fotografiadas en túnicas traslúcidas, del “Otro Lado del Espejo”, eludió con trucos la prohibición victoriana, aunque no pudo con la China, que condenó a este precursor del surrealismo por contener “animales parlantes” en sus páginas.
Ironías del sinsentido. Tal vez en la superficie, y en una profundidad aparente, lo que resultó inadmisible de estas obras fue el hecho del deseo ó llámese obsesión de hombres adultos hacia jovencitas, púberes e impúberes, que forman parte de lo evidente da estas novelas geniales e inquietantes.
Es que resulta difícil imaginar el contexto de Lo Prohibido, siempre.
Borges apelaba a los trucos de la Lengua cervantina para eludir responsabilidades de Guerrilla. Él sublevó y refundó la lengua castellana, tan profusa en adjetivos, como un analista de símbolos en su laberinto infinito.
Y aún así, “El Aleph” sobrevive a la banalidad del Infinito, cuando existe, al menos, en todas las cosas. Y no fue prohibido gracias a que resulta imposible revelar su contenido.
Los personajes de “Aura” y “Lolita” combaten la abulia de la negada Aventura. Y ven es esos “salvadores”, un escape o un fin a su condición. ¿Y qué las separa ( y las acerca) a sus “sugar daddies”? ¡El Tiempo!
“No volverás a mirar tu reloj, ese objeto inservible que mide falsamente un tiempo acordado a la vanidad humana, esas manecillas que marcan tediosamente las largas horas inventadas para engañar el verdadero tiempo, el tiempo que corre con la velocidad insultante, mortal, que ningún reloj puede medir”, describe con salvaje maestría el enorme Carlos Fuentes en un pasaje de “Aura”.
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SUGGAR WRITERS
Es la necesidad de encontrar en la Juventud el poder de sublevarlo todo y detener la arbitrariedad de los relojes. Es lo que ven sus salvadores más allá de sus gestos.
Una necesidad de hacer eterno un instante, de poseerlo a través de nuestras auras y lolitas. Esa necesidad de hacer uso de la Eternidad… Huir de todo, comenzando por la Moral, que todo lo ensucia. Detener en un instante de éxtasis o de fuga, al tan temido (transcurso del) Tiempo.
Y bendito Marcel Proust, perdóname por haber vivido mis experiencias más inconfesables para escribirlas, porque buena parte de mi vida me encargué de ser libertina para poder encontrar la palabra perfecta para cada estado de éxtasis o de sujeción.
Esto tradúzcase en no haber perdido el Tiempo, lo cual quiero suponer, me redime de mi condición de pecadora.
En la idealización de la obscenidad descansan en paz nuestros personajes. En los libros, viven, ajenos al hastío de la moral. Eternamente. Lo han logrado.
Nota: Todo lo descrito aquí es pleno delirio de su autora, quien afirma haber sido inseminada e incendiada por su estrecho vínculo con Babel. Fue culpa de los libros prohibidos de la historia.