La muerte y el proceso de duelo
Ya no puedo respirar … creo que ya me voy a morir…” dijo con dificultad por la mascarilla de oxígeno. 5 días después estaba muerto.
Por Erick Rosales B.
(Psicólogo y Mtro. en Terapia Familiar Sistémica)
Saber que todos moriremos no nos acerca al dolor que verdaderamente eso implica, la vemos demasiado lejana. ¿Realmente podrías imaginarte en tus últimos días? O bien ¿despedirte de tu mamá, de tu hermano, o un hijo que está por morir?
Este video te puede interesar
Es tan doloroso que ni siquiera nos gusta pensarlo, pero ¿eso no nos aleja de alguien que acaba de perder a alguien y necesita nuestra empatía? Nadie estamos preparados para perder la propia vida ni la de un familiar.
Y llorar por todos los fallecidos que ni siquiera conocíamos, sería por decir lo menos, absurdo. Sin embargo, estar completamente alejados de la comprensión del dolor que sufre cada familia no nos permitirá ser conscientes de la crisis emocional actual y los estragos psicológicos que dejará la pandemia.
¿Te atreves a conocer más sobre la muerte?
El dolor y tiempo que lleva al doliente (familiar/amigo que perdió a alguien) procesar y aceptar la muerte es muy diferente. Hay infinidad de factores, pero de los más determinantes son la edad; definitivo no es lo mismo ver morir a un abuelo anciano que parece cumplir con el ciclo vital, que ver morir a un hijo o hermano joven. Tampoco se acepta igual una muerte esperada que una repentina.
Digamos que el ciclo vital es un engaño cuando hablamos del duelo. Tener hijos pequeños, estar sano, ser joven, no quita la posibilidad de morir. Ojalá así fuera, pero hay vidas que duran solo 9 o quizá 40 años, por eso cuando una madre pierde a un hijo es tan duro.
Agonía o inmediatez
Ver el deterioro de una madre que padece cáncer es muy doloroso y nadie quisiéramos pasar por ello. Pero la muerte repentina es extremadamente crítica para la familia que quede, una muerte completamente inesperada nos librará de verle sufrir, pero nos sumergirá en un mar de angustia, de crisis, dolor y desconcierto total. Son duelos que llevan más tiempo sobrellevarlos.
Aclaro que cualquier pérdida es dolorosa y nadie puede asegurar que una es más triste que otra, pero las circunstancias van a influir en el tiempo del duelo. Por otro lado, el fallecido tenía relaciones distintas, es por eso que, dos hijos pueden perder un padre, significando para uno la pérdida de su mejor aliado y compañero de trabajo, mientras que para el otro hijo es la pérdida de un padre con el que siempre tuvo un conflicto.
Sigue leyendo para comprender mejor las características con relatos verdaderos que nos levarán a comprender mejor las condiciones cuando se muere por covid19.
¿La muerte de los justos?
Esta afirmación la escuché por primera vez cuando murió mi papá a sus 57 años. Pasamos un 18 de junio como cualquier otro día, quizá poco distinto porque platicamos incluso más de lo que conversábamos regularmente. Por la noche fue a una cena con mi mamá y amigos. Cuando llegaron a casa nos dijimos buenas noches sin imaginar que sería la última vez que lo vería con vida.
Al día siguiente despertó mi mamá a su lado, tenía pocas horas de haber muerto. Me gritó desesperada desde su habitación y corrí al segundo piso. Me gritó que había muerto pero no lo creí, mientras subía los escalones pensé que llamaríamos a la ambulancia, no sabía que pasaba.
En cuanto entré al cuarto y lo ví supe que sí, no había duda, estaba muerto. Pero era verdaderamente incomprensible. Verle tendido en su cama no daba ni la menor aceptación de lo sucedido. Pasarían años para poder procesar esa muerte tan repentina. Doctores nos afirmaron que murió dormido sin darse cuenta, una arritmia cardiaca. No sufrió. Sin duda una muerte que muchos quisiéramos, no saber que estás por morir, no sufrir, no sentir, pero ¿tienes idea del terrible shock para quienes quedamos?
La importancia del funeral
El funeral fue tristísimo, pero había muchísima gente. Pero, aunque por supuesto quisiera que no se hubiera muerto, ese espacio nos ayuda a iniciar el proceso de la despedida. Autores afirman que ver el cuerpo inerte permite al cerebro reconocer la muerte y si bien, no te libra del dolor, no verle muerto prolonga el duelo.
Mucha gente tuvo tiempo de llegar en algún momento de ese día y medio que duró; el funeral permite llorar y hablar de él y saber lo que significó el fallecido a quienes asistieron. Para los más cercanos es reconfortante sentir el cariño de todos ellos que, aunque creen que “no saben qué decir” basta con verles ahí.
Yo estoy seguro que siempre lo voy a querer aunque ya no esté aquí, y sé que mientras yo viva, seré consciente de todo lo bueno que él hizo por mí, pero ya no lloro a diario como esos primeros meses, ni tampoco siento esa tristeza que sentí esos primeros 2 años.
Otro tipo de muerte
Se me hacía joven 57 años para haberse muerto mi padre, pero que mi hermano muriera a los 41 años me parece casi inaceptable. Era sano, tenía 3 hijos menores, su esposa… pero sus nuevos planes y gran personalidad no lo libraron.
Cuando mi mamá llorando me dijo que mi hermano estaba enfermo, respiré cuando supe que era covid. Después de todo, he sabido de mucha gente que se enfermó, estuvo con oxígeno y hoy ya están bien. Pensé que mi hermano no sería parte de esa estadística, de ese total de muertos que apenas los noticieros llevan la cuenta.
Pero lo que inició como dolor de cabeza y algo de fiebre, días después implicaba un tanque de oxígeno. Su miedo a morirse y la ansiedad que el no poder respirar le causaba, requirió que tuviésemos tanques de oxígeno extra para que sintiera la seguridad de que no se terminaría.
Antes de eso, yo no tenía idea que el tanque de oxígeno tiene diferentes niveles de potencia ni que en los pacientes de covid se requiere medir el nivel de oxigenación en sangre. Lo entendí cuando mi hermano revisaba su saturación que bajaba y de inmediato volteaba a ver la presión de oxígeno. Pese a estar el tanque al máximo, su saturación no mejoraba. Cualquier movimiento como intentar sentarse o cambiar de posición lo agitaba demasiado.
En menos de una semana tuvimos que llevarlo al hospital, estaba demasiado grave y los medicamentos no habían ayudado absolutamente en nada, desde el día uno él solamente emporó.
Para mi mamá y el resto, su despedida fue cuando lo subieron a la ambulancia, nunca más lo verían con vida. Yo lo acompañé en la ambulancia; el sonido de la sirena y la velocidad no me molestaron, lo único que deseaba era que mi hermano no tuviera miedo y que se recuperara. Cuando lo ví entrando en la camilla a urgencias todavía tenía la esperanza de que se recuperaría.
Grinberg: el científico mexicano que desapareció misteriosamente
Una muerte en aislamiento
Los enfermos de covid están en un área a la que no está permitido entrar, solo puedes aspirar a alguna videollamada con tu familiar; eso significa que si se muere no habrás podido verlo nunca más. ¿Doloroso? Estoy seguro que sí, pero que es más duro para ellos que sienten cómo se les va la vida. Mi hermano tenía miedo y ahora creo que es porque él sentía cómo se acercaba a su final. “No mejoro” me dijo en más de una ocasión.
Le dimos los medicamentos más costosos que son de la mejor gama. Incluso Trump recibió ese tratamiento cuando tuvo covid. Sé que muy pocas personas pueden acceder a él, pero de cualquier manera a mi hermano no le ayudó en nada.
Despedida
3 días después de ingresarlo llamaron temprano del hospital, dejarían entrar a un familiar haciendo una excepción a los protocolos. Estaban por intubarlo – estaba demasiado grave; camino al hospital me llamó mi hermano “ya me van a intubar” me dijo, “Oscar ya voy en camino, ¿me esperas?” pregunté triste pero bromeando, y él todavía con cinismo respondió que ok, no iría a ningún lado.
Cuando llegué me esperaban ya los doctores, con prisa me guiaron para ponerme todo el equipo de protección y me llevaron a su habitación. Antes de entrar una doctora me dijo: “dile todo lo que tengas que decirle, esta oportunidad nadie la tiene”. Y es cierto, había hablado incluso con la directora del hospital y me negó el acceso afirmándome que ni familiares de doctores pueden entrar cuando están enfermos.
Sin adiós
Sabía que la intubación debía ser pronto, mientras manejaba al hospital me habían llamado 2 veces para preguntarme si ya casi llegaba. Ahora pienso en todo lo que pude decirle a mi hermano, pero no estaba ahí para yo hacer un cierre y quedarme yo quedarme tranquilo. Yo estaba ahí para él, para darle tranquilidad.
Finalmente estaba a su lado, noté su alegría al verme; tomé su mano y me apretó con fuerza y no me soltó en toda esa media hora. Me platicó que acababa de hablar con su esposa, le dijo a ella que cuando saliera deseaba que fueran de viaje y comer tantas cosas… “¿Tienes miedo?” Le pregunté – “no, hoy ya no, ayer sí” me respondió. Camino al hospital recibí mensajes para que yo le leyera, audios de familiares y amigos para que él los escuchara y hasta un video de mi hermana, pero me pidieron que dejara el celular antes de ingresar al área. Tendría que darle todos los mensajes de apoyo con mi voz, solo que no leí ni escuché todo, iba con prisa, improvisé diciendo todos los nombres de sus amigos que recordé y por supuesto todas las personas que estuvimos pendientes sin faltar por supuesto, mi mamá que me cedió el lugar para yo poderme despedir.
Preguntó al doctor que como cuántos días estaría intubado y le respondió que quizá 4 o 5, a mi hermano le parecieron muchos, pero me dijo que ya había entendido que era necesario, así podría recuperarse. Hubo más aclaraciones sobre el procedimiento previo a firmar la carta de consentimiento tanto él y yo su hermano, como testigo.
“Me pusieron los santos oleos”, me contó, y le respondí que eso no era porque ya se fuera a morir. Todo lo que le expresé fue como si fuera a recuperarse. “Mi mamá y todos te queremos y estamos seguros que te pondrás bien”, le dije.
Mi concentración en estar tranquilo me hizo olvidar que posiblemente no despertaría. No pensé en que esos serían sus últimos minutos de vida. Intubado implica estar con anestesia y sedado completamente, no está consciente, así que lo acompañé en sus últimos momentos en los que pudo hablar y escuchar. Un día y medio después murió sin darse cuenta, no despertó como él pensaba que lo haría.
Un funeral a medias
La funeraria explicó que por haber muerto de covid podríamos velarlo solamente 2 horas y media; además de pagar una cantidad extra si queríamos tener el cuerpo presente; que por supuesto aceptamos. Solo que la impresión de mi mamá al entrar me hizo percatarme de algo, ella nunca lo volvió a ver y ahora no podría ver su cuerpo sin vida.
La caja no solo estaba cerrada, sino también envuelta en plástico y tapada con una tela de terciopelo roja. Al entrar mi mamá, y ver eso se tiró al piso llorando con una desesperación desbordante que para mí era demasiado doloroso verle así. Al preguntar en la funeraria el porqué, explicaron que los 50 mil adicionales que pagamos solamente eran para poder tener el cuerpo presente, pero si queríamos que además lo pudiéramos ver, ese era el paquete que costaba 100 mil pesos extra.
Más allá de la crítica que hago por lucrar con el dolor, descubrí lo duro que es para los familiares no poder ver más a su familiar. Entendí lo que escuché antes, “lo ingresan al hospital y lo siguiente que ves es la urna con las cenizas”. Tampoco es posible enterrarlo, solo cremación.
Mi mamá, mi hermana, sus hijos, su esposa y todos los que lo queríamos aún lidiamos con el dolor, pero quisiera puntualizar como profesional de la salud mental algunos puntos que veo en la muerte por covid que dificultan aún más la pérdida.
El aislamiento: la muerte la viven solos, quizá entre otros enfermos y personal médico vestidos como astronautas. Con una sensación de no poder respirar, la pesadilla de muchos. Y los que estamos fuera, quisiéramos acompañarle. Sé que fui un afortunado al poder despedirme, pero no es la constante y con esto no insinúo que el área covid no debería ser restringida. Solo deseo que se comprenda que es doloroso.
Sin cuerpo
Como al inicio de la nota mencioné, aunque es duro, el cerebro reconoce el cuerpo inerte y el procesamiento es más rápido. La gran mayoría ve a sus familiares ingresando al hospital y lo siguiente será recibir sus cenizas en una urna. Esto es otra característica de la muerte por covid durante esta pandemia, que de igual forma no propongo cambios, sino, invito a comprender la desesperación, la angustia y la tristeza para los dolientes.
Sin funeral
Se que muchos hemos detestado el ambiente de funerales, pero para los más cercanos es un espacio muy doloroso pero muy necesario. Poder velarle solo 2 o 3 horas es una característica más que reconozco que lejos de ayudar, dificulta el duelo. Por supuesto, los familiares y otros cercanos que no están en la ciudad, no alcanzan a llegar.
Tipo de muerte
No es un accidente en el que la vida se pierde instantáneamente u horas después en el hospital, pero es muy rápida. Mi hermano estuvo menos de una semana en casa y otros días en el hospital. Hay que considerar que al principio se piensa que se recuperará. Yo creo que la muerte por coronavirus entra en una categoría de muerte repentina. Es decir, una que causa mayor crisis en los más cercanos.
Concluyendo
Perder a un ser querido, incluyendo un perro que quieres mucho, siempre será muy duro, pero las peculiaridades que te conté en la muerte por covid dificultan mucho. Definitivamente la pandemia no solo ha forzado a acostumbrarse a eso que llaman nueva realidad con medidas preventivas como cubrebocas, aforo restringido, entre otras. Sino que muchas familias tendremos que acostumbrarnos también a vivir sin un ser que amamos.
Texto por ERICK ROSALES B. (Psicólogo y Mtro. en Terapia Familiar Sistémica)
Instagram: @erickroba