El tiroteo escolar que sacudió a México
El tiroteo escolar en México más reciente ocurrió el 11 de enero de 2020, pero no es el único. Por ello el periodista Javier Garza nos habla sobre este hecho
El 10 de enero pasado, un niño de 11 años, alumno del Colegio Cervantes, en Torreón, Coahuila, ingresó al plantel escolar con dos armas en su mochila. A las 8.20 horas le pidió permiso a su maestra para ir al baño, donde se quitó el uniforme, se vistió con el atuendo que llevaba Eric Harris durante el tiroteo en la preparatoria Columbine y salió al patio, donde comenzó a disparar contra maestros y alumnos.
José Ángel alcanzó a disparar contra cinco estudiantes, un maestro de educación física y una maestra de inglés que murió al instante, antes de darse un tiró en la cabeza que también acabó con su vida.
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El único antecedente de un tiroteo en una escuela en México había ocurrido en enero de 2017, donde un alumno de secundaria en el colegio Americano de Monterrey disparó contra su maestra y sus compañeros, antes de suicidarse con un revolver calibre 22.
“El niño estaba en las garras de la depresión”, dice el periodista Javier Garza, autor del libro 9 Disparos (Grijalbo, 2020), quien se dio a la tarea de entrevistar a las víctimas de la tragedia en el Cervantes, analizar la carpeta de investigación de la Fiscalía Estatal y revisar las conversaciones de WhatsApp del menor con uno de sus compañeros a quien días antes le había contado lo que planeaba hacer en el colegio.
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Javier Garza Ramos habla sobre el tiroteo escolar en México
PB: Esta fue una noticia que impactó a nivel nacional e internacional, pero para la comunidad donde vives, qué significó, cómo se vivió este acontecimiento y cómo cambió la vida de sus habitantes.
Garza: Representó un shock porque se trató de un tipo de violencia que no habíamos visto. Hace una década en la Comarca Lagunera tuvimos una época muy violenta asociada a la rivalidad criminal, a la guerra entre los cárteles de Sinaloa y Zetas que se disputaban el control territorial, pero incluso en los años más duros nadie se imaginó que la violencia pudiera llegar en esta forma, con un niño armado disparando dentro de una escuela. Era un tipo de violencia que no contemplamos o que no vislumbramos.
El shock que se produjo en la comunidad fue del tamaño de lo extraordinario. Cuando, tiempo después, yo me acerqué con las víctimas y los testigos del tiroteo para hacer mi investigación hubo mucha resistencia. Pero ese es el trabajo del reportero, ir a buscar en todos los rincones y claro que muchas puertas se cierran en el proceso, pero lo importante es ir escarbando.
PB: ¿Este suceso podría relacionarse de alguna manera con el clima general de violencia que se vivió en la región en los peores años de la guerra de narcos?
Garza: Yo creo que es una relación circunstancial. Parte de la historia que se dio a conocer sobre el círculo familiar del niño es que su abuelo y su padre mantenían actividades delictivas. El padre, por ejemplo, había estado encarcelado en Estados Unidos por tráfico de drogas. Pero eran actividades que no necesariamente implicaban el uso de la violencia. Sin embargo, el niño sí había crecido en un ambiente donde esa violencia había estado presente. Su abuela materna había tenido una relación sentimental con un jefe del narco y murió asesinada.
No estoy seguro de que esos sucesos realmente hayan condicionado al niño, más bien creo que se trata de algo más profundo, de una situación con la niñez y la adolescencia en México. Tres años antes habíamos visto el tiroteo del Colegio Americano en Monterrey en el que no había ningún antecedente criminal en la historia del niño que disparó. Ahora, también es verdad que en este caso hubo mucha facilidad para conseguir armas y eso queda claro desde el momento en que el abuelo del niño tenía una pistola en casa que era de un calibre prohibido.
PB: Háblanos sobre la cobertura mediática que se le dio a este suceso. Cuando comenzó a reportarse se manejó información falsa, por ejemplo, sobre el número de víctimas. ¿Cuáles son las lecciones que a nivel periodístico deja cubrir un evento como este ante el imperativo de arrojar primicias que tienen algunos medios aún con información no verificada?
Garza: Es todo un reto porque muchas veces se nos olvida que realmente tenemos que verificar los datos antes de soltarlos, y en ocasiones incluso damos por buenos datos que después terminan siendo desmentidos porque la información disponible en ese momento era lo que te indicaba. La mayor responsabilidad es ser muy claros.
En un momento se dijo que habían sido cuatro los heridos y en otro momento, como tú dices, se dijo que eran tres los fallecidos, pero la diferencia entre esos dos datos depende de dónde provenía. El dato de los cuatro heridos, por ejemplo, venía del jefe de la Policía Estatal, él había tenido el reporte de cuatro personas que habían sido trasladadas en ambulancia al hospital. Entonces, viniendo de una fuente con conocimiento, se dio por bueno a pesar de que posteriormente se supo que en realidad eran seis porque dos niños habían salido por su cuenta del colegio.
No es que la prensa se haya equivocado, es simplemente que diste un dato que era prematuro y lo vas actualizando. Que es muy diferente, por ejemplo, a decir que hay tres víctimas cuando en realidad no había una fuente clara de quién dijo eso, porque fue un rumor que se propagó de boca en boca pero nunca se pudo rastrear a una autoridad competente o a una fuente autorizada que lo dijera.
Los medios debemos de tener mucha claridad sobre quiénes son las fuentes y qué tan autorizados están, así como también tener la responsabilidad de actualizar y decir: “El dato que les presentamos hace 20 minutos era prematuro, ha cambiado”, lo cual es totalmente válido.
PB: Una de las primeras versiones que el gobierno manejó fue que el niño había sido influenciado por un videojuego. Esto no es una novedad porque en cada tiroteo escolar se maneja esta historia. No hay ninguna evidencia de esta relación pero tú analizas un vínculo entre la depresión y los videojuegos, que si bien no explica el tiroteo sí marca el contexto de cómo vivía este niño.
Garza: El tema de vincular videojuegos con violencia es una excusa muy socorrida por aquellos que buscan explicar tiroteos escolares, pero eso es un vínculo que no está científicamente comprobado. Incluso hay estudios que dicen que en la menor parte de los tiroteos en EUA el perpetrador tenía afición por los videojuegos. La mayoría tiene afición por otras cosas, particularmente por algún tipo de expresión en diarios, ensayos o poemas; es decir, que ellos mismos escriben lo que están sintiendo. Pero de todas maneras es una explicación muy socorrida que también puede resultar en una trampa porque realmente no hay una evidencia que establezca un vínculo sólido.
Por otra parte, esa discusión opaca el tema de cuál es la vinculación entre depresión y videojuegos. Me parece que ahí sí hay una veta mucho más importante para explorar porque el niño presentaba un cuadro depresivo. El perfil psicológico lo presenta como un niño que estaba en las garras de la depresión. Entonces la afición a los videojuegos explicaría parte de ese comportamiento. No explica el paso a la violencia, pero sí que tenía depresión y cómo buscaba a través de los videojuegos una alienación.
PB: ¿Por qué el gobierno de Coahuila dio esta versión?
Garza: Yo creo que es como una reacción reflejo. Si constantemente estás viendo que cuando estas cosas suceden en EUA una parte de la discusión va a tornar a los videojuegos, entonces las autoridades de acá hicieron lo mismo. Había un condicionamiento, así que, cuando un videojuego aparece en la vida del niño, estás condicionado a reaccionar de esa forma porque es lo que está pasando en otros países. Aunque esos vínculos no estén comprobados de forma contundente, la gente lo sigue diciendo. La declaración del gobernador se basó en el hecho de que el niño traía una camiseta que parecía aludir a un videojuego y que en la casa habían encontrado videojuegos.
PB: Háblanos sobre el contexto familiar. Está claro que el niño no tenía carencias materiales y tampoco sufría de violencia o bullying escolar, pero sus carencias emocionales se fueron acentuando con varias pérdidas.
Garza: Él tenía una vida de pérdidas y de abandono emocional. Había perdido a su mamá cuando tenía seis años y su papá siempre estaba ausente porque se la pasaba viajando y no estaba al pendiente de él. Después, el niño se va a vivir a casa de sus abuelos, pero tampoco le dan muchos cuidados emocionales, aunque materialmente no le faltaba nada. Entonces sí es una vida de privaciones, no necesariamente violentas, pero que no dejan de ser privaciones y que tienen un impacto muy negativo en la mente de un niño cuando no tiene los soportes emocionales o los acompañamientos adecuados.
PB: Previo a lo que ocurrió hubo algunos indicios que pudieron haber sido determinantes para los padres o las autoridades que hablaban de lo que el niño estaba planeando y que fueron ignorados por completo.
Garza: Lo principal eran los mensajes que el niño, José Ángel, estaba intercambiando con su compañero de salón, hablando de Columbine y de las armas que se usaron en esa masacre. Cuando lees eso, te queda claro que si un adulto hubiera visto esos mensajes, probablemente habría levantado algún tipo de alarma. El niño estuvo navegando en internet y buscando información sobre Columbine o sobre armas de fuego sin que ningún adulto se diera cuenta. Ahí se perdieron oportunidades muy valiosas para evitar esta tragedia.