“Mejor ser trans…”, o el largo camino que implica cambiar de sexo
No es fácil haber nacido en un cuerpo que no te pertenece. Esta es la realidad de muchas personas, cuyo camino no es sencillo e implica una lucha constante
En noviembre de 2018, Ophelia Pastrana, nacida en Colombia, obtuvo su carta de naturalización como mexicana. Esto no habría llamado la atención de ningún medio si Ophelia no fuera una mujer transgénero. El entonces secretario de relaciones exteriores, Luis Videgaray, publicó el siguiente mensaje en Twitter.
Un gusto y un honor, Ophelia, entregarte tu carta de naturalización como mexicana, la primera que el gobierno de México entrega a una persona transgénero. ¡Muchas felicidades! https://t.co/Z7ZwWIYQZT
— Luis Videgaray Caso (@LVidegaray) November 7, 2018
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En resumen, Ophelia nació niño y fue registrado como Mauricio. Creció dentro del closet por muchos años. Incluso estando en el “pinche clóset” se casó. Vivía un infierno hasta que decidió salir de él. En un video titulado “Así salí del closet”, Ophelia, acompañada de un gato, luciendo un bello escote, con su cabellera roja y sobre todo con un rostro en paz, cuenta cómo dio el paso para aceptarse, para anunciar quién realmente era y lo complejo que fue tener enclaustrada por 28 años su auténtica personalidad.
La sinopsis del mismo video dice: “Más cobarde que mi suicidio, me arrepentí. Vomité una cantidad de pastillas que tomé, crucé al baño y me dije: Mejor ser trans y vivir mal, que no vivir del todo”.
En el plano profesional, Ophelia Pastrana es una mujer talentosa, para muestra, Business Insider la ha puesto en el lugar 69 entre las mujeres más influyentes en Twitter para hablar de tecnología.
Entonces me revolví entre todos mis prejuicios pendejos e ignorancia irresponsable respecto a cómo viven y sobreviven las personas que son transgénero. Me hice las preguntas básicas y aprendí lo siguiente:
Aprendí que el proceso de transición de un género a otro no es de un día para otro, ni siquiera de un mes a otro. Es un proceso largo, en promedio, de dos años. Después de que una persona está segura de que está atrapada en un cuerpo que no le corresponde y toma la decisión de transformarse, debe empezar a adoptar el papel, incluso hasta con algo tan cotidiano como vestirse de acuerdo al género que quiere tener. Luego comienza un tratamiento hormonal cruzado; es decir, las mujeres que quieren ser hombres se tratan con andrógenos y los hombres que desean ser mujeres con estrógenos. La parte final, a la que no todos llegan, muchas veces por miedo o falta de dinero, es la reconstrucción de sus genitales.
Aprendí que “hacerse la jarocha” (para quitarse el pene y ponerse la panocha) es una frase demasiado simple, que raya en la tontería, porque el proceso para formar una vagina en el cuerpo de alguien que nació hombre y un pene en un organismo femenino, puede ser un calvario.
La difícil vida de un niño transgénero
Aprendí que la vaginoplastia consiste en crear una vagina en el cuerpo de alguien que nació hombre y se puede hacer con la piel invertida del pene y escroto, como si confeccionarán un guante que se mete y fija en la pelvis; así la vagina será tan profunda como sea el tamaño del pene, la elasticidad de la piel y la altura del paciente. Pero también se puede cortar una sección del intestino grueso para dar forma a una vagina.
Aprendí que la metaidoioplastia es la operación para crear un micro pene de 3 a 6 centímetros de largo, con genitales externos que permitirán hacer pipí de pie y con sensación erógena, pero sin poder penetrar. La faloplastia es el procedimiento para reconstruir un pene donde se toma tejido, piel y grasa, del muslo, antebrazo o abdomen; en esta técnica se contempla una prótesis que se implanta en una segunda operación para permitir la penetración sexual.
Aprendí que en México no hay estadísticas exactas por el tabú que hay respecto a estas operaciones, no obstante, se calcula que de 100 casos sólo el 30 por ciento de personas transgénero se somete a la cirugía de reasignación de género.
La confusa identidad sexual y la realidad social
Aprendí que para ser transgénero el dinero cuenta. Se deben invertir hasta 500 mil pesos. Todo depende del cirujano, pero en México, para convertirte en mujer debes gastar al menos 15 mil dólares y la cirugía de mujer a hombre cuesta alrededor de 20 mil dólares.
Aprendí que al hombre biológico se le opera para retirarle pene y testículos, y a las mujeres que desean ser hombres también se les opera para retirar útero, ovarios y mamas.
¿Vale la pena? La mayoría dice que sí. El dolor físico por cirugías de este tipo es mucho, pero es más grande el dolor de estar atrapados en un cuerpo que no les corresponde y que hasta evitan verlo al espejo.
Acusando de nuevo al folclor de nuestro caló, vaya que hay que tener huevos para hacerte la jarocha, en el sentido más estricto de la frase valentona.
Ophelia Pastrana, que orgullo que seas mexicana, de manera oficial. Difícil de creer.
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Información de: Playboy