Después de las elecciones presidenciales

En estos últimos días, quienes hemos estado pendientes (expertos y legos) del desarrollo de las elecciones presidenciales de los EUA nos mantuvimos “en vilo” varios días, esperando conocer el desenlace de la cerrada contienda política. A mi juicio, el interés subyacente por este proceso, tuvo que ver con, (al parecer) un inconsciente deseo de contrastar lo sucedido en ese país, con lo que pudiera suceder en México el próximo año.

Debemos reconocer que, en la percepción de un nada despreciable número de votantes a favor de Donald Trump, éste cumplió con sus promesas de campaña: el mejoramiento de los indicadores económicos, la protección de los empleos y el blindaje de las fronteras. Sin embargo, debemos admitir que, de ser correcta esa percepción, la gestión del presidente Trump, también estuvo marcada por un errático discurso, al que se sumaron sus constantes desplantes y ataques a los medios, (y para qué abundar sobre su postura frente a la pandemia), que provocarían una polarización social altamente costosa para su campaña electoral.

En México, Andrés Manuel López Obrador, sustentó la campaña que lo llevó a obtener la presidencia, en el combate a la corrupción y a la impunidad entre otras promesas. La reciente detención de funcionarios del sexenio anterior y algunas medidas de control del gobierno federal, pudieran ser interpretadas como acciones contundentes para tales fines. Sin embargo, en ese ejercicio, al parecer se han visto afectados, no sólo los intereses de los que ha calificado como sus “adversarios”, sino también de amplios sectores de la clase media, particularmente la burocracia que votaron por él. A ello se ha sumado el manejo de la pandemia y sus constantes desplantes contra los medios y sus opositores, en una también errática estrategia de comunicación.

Lo que presenciamos en estos últimos días fue el costo que tuvo que pagar Trump, por una gestión caracterizada por la polarización social, acciones diplomáticas contrarias a la tradición de su país y un aparato de culto a su personalidad que redundó en una amenaza constante a la libertad de expresión.

En víspera de las elecciones intermedias en nuestro país, el presidente López Obrador deberá enfrentar también, los costos derivados de las acciones realizadas en nombre de la Cuarta Transformación. Si bien no se está jugando la presidencia, si se jugará la posibilidad de seguir teniendo el control del Congreso con lo cual se pondrían en peligro las iniciativas que necesita, para hacer realidad su proyecto.

La resistencia del presidente mexicano a felicitar a Biden, puede obedecer a múltiples causas, pero es innegable que, a lo que se resiste es a verse reflejado en el espejo de Donald Trump.

 Hablemos de economía sin dinero

Óscar De Los Reyes Heredia es director asociado del departamento de Derecho; Tec de Monterrey, campus estado de México